Bea y Rodrigo continúan ofreciéndonos momentos de amor. Intento no reírme aunque reconozco que me cuesta muchísimo no hacerlo ante el semejante papelón de estos dos. Lo último de la pareja ha sido el intento que anoche hicieron de hora sin cámaras. Ambos hicieron uso del privilegio que el programa lleva ofreciendo a las parejas que allí se forman desde la tercera edición. Pues bien, al final el amor no se consumó. Rodrigo fue incapaz, algo que los que seguimos este concurso minuto a minuto llevábamos previendo desde casi el inicio del romance, si es que así puede calificarse este cuento chino. El caso es que Rodrigo cenó como un rey y Bea hizo una vez más de novia enamorada. A decir verdad, interpretó el papel que más rentable le está siendo, porque el de amiga fiel le queda bastante grande.
Lo que está claro es que Rodrigo nos está tomando el pelo a todos. Jamás le he visto especialmente emocionado con Bea y ayer demostró que tampoco se excita con su pareja. Sus excusas son repetitivas y a mí me parecen de todo menos creíbles. Lo que sí es cierto es que él y Bea se encuentran más que pletóricos tras saber que Adara sigue en el concurso por solamente tres llamadas. Esta información les encendió la bombilla y les animó a seguir luchando por un final que creían decidido hasta el jueves pasado. Al verse con posibilidades de ganar, ambos nos están regalando unas escenas que se caen por su propio peso. Ayer por la mañana, Bea se despertaba antes que el resto para poner un ‘’te quiero’’ en el jardín y así sorprender a Rodrigo. No habría estado del todo mal si eso no lo hubiera hecho Adara con Pol hace un mes. Ni para sorprender a la audiencia, porque lo de darle la sorpresa a Rodrigo es lo de menos, vale Bea. Una concursante que ayer demostró que no tiene palabra alguna y que se vende al mejor postor. Prefirió darle la razón a Simona, concursante de la que se ha burlado durante las ultimas semanas, antes que posicionarse de lado de las dos personas que la llevan protegiendo desde el concurso.
La única salvación de Bea de cara a la audiencia es esa psuedo carpeta con olor a montaje. Un paripé que se extrapola a las madres de ambos concursantes. Ambas hacen el papel de consuegras felices pero a decir verdad, andan más preocupadas por aplaudir a los colaboradores que hablan mal de Adara que de defender la historia de amor de sus polluelos. Las dos saben que sus hijos como concursantes no tienen ningún recorrido a no ser que exploten la relación entre ambos. Un amor que, curiosamente empezó después de que la audiencia decidiera a través de la aplicación oficial del programa, que los dos concursantes convivieran juntos en el apartamento. Está claro que ellos captaron el mensaje y jugaron a favor de obra. Lo que quizás no sabían en ese momento es que la audiencia castiga severamente a los concursantes que van de enamorados sin estarlo realmente. Algo parecido sucedió en Gran Hermano 11 con Saray y Gerardo Prager. Ambos comenzaron su idilio durante el intercambio que se produjo en aquella edición con Big Brother México. Nadie se creyó aquello y la audiencia expulsó a Gerardo con un alto porcentaje de votos. Saray llegó a la final porque no salió nominada y el público no tuvo ocasión de castigarla.
Veremos que explicaciones da Rodrigo durante los próximos días para excusar su actitud en la hora sin cámaras. Imagino que soltara el típico rollo basado en el respeto hacia la pareja. Podrían entrar Arturo e Indhira para enseñar a estos dos lo que es la pasión dentro de la casa de Gran Hermano.
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