Si la capacidad que demostró Liz para poner la casa patas arriba en su edición fue algo que me atrajo de ella, no puedo olvidarme tampoco de su espontaneidad. Liz jugó a cara descubierta, diciendo siempre lo que sentía a pesar de las delicadas consecuencias que esto siempre acarrea. Esto quizá no fue lo más idóneo para su progreso en el concurso pero fue genial para todos los que seguimos esta edición minuto a minuto.
En esta concursante, el mayor de sus éxitos se convierte en aquello capaz de despertar más suspicacia en mí. Ya dije antes que Liz es de las que puede poner todo patas arriba en un instante, sacando de paseo ese dramatismo que a ella tanto le gusta y hacerlo además sin limites. Esto tiene su parte positiva, ya que más de una vez puede servir de estimulo para la casa, pero también produce una desconfianza absoluta de no saber por donde va a tirar la modelo. Esta es la Liz que me asusta, la que puede alborotarlo todo no con una jugada maestra en el confesionario, sino con la más absoluta simpleza que puede servirle para originar una sacudida de grandes dimensiones.
Lo que está claro es que ella no es de las que va únicamente para estar, convirtiéndose en una concursante pasiva ante lo que ocurra en la casa. Liz participará de forma activa, haciéndose con el protagonismo en mas de una ocasión. Ya lo hizo hace cinco años, ahora solo tiene que pulir los fallos de aquel entonces.
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