El profeta de esta edición de Gran Hermano VIP no ha tardado mucho en traicionar a su compañera Chari. Hace una semana escribí en este blog sobre la fatalidad con la que se encontraría Chari si no cortaba rápidamente la confianza depositada en Coman. Este último, más preocupado por si mismo que por sus compañeros, ha utilizado a esta concursante en su propio beneficio. Algo parecido ha hecho Aguasantas; ayer por la noche, tras conocer los porcentajes oficiales que se esconden tras la próxima expulsión, la concursante se reunió con Coman en el jardín para hablar sobre Chari y Ángela Portero. Ambos coinciden en algo que lo cambia todo: quieren que Belén llegue a la final aunque para eso, las que han sido sus dos aliadas las ultimas semanas paguen las consecuencias con la eliminación. Aguasantas le confesó a Coman estar de acuerdo con esa premisa que Belén lleva defendiendo a lo largo de este juego: deben ser los que llevan desde el principio los que lleguen a la final. Una idea que no tiene mucho sentido si tenemos en cuenta que Chari y Ángela empezaron a facturar un mes más tarde que el resto de sus compañeros, dejando este hecho claro que las nuevas también cuentan con ciertas desventajas que parecen no tener en cuenta Belén, Coman y Aguasantas. En cualquier caso, no es culpa de Belén que Chari y Ángela vayan a ser ninguneadas por ese que se dirige constantemente al pueblo desde el confesionario. Chari y Ángela decidieron aliarse de su parte al estar condicionadas por la información del exterior con la que contaban antes de entrar en la casa, sin pararse a pensar que en Gran Hermano todo puede cambiar de la noche a la mañana; hecho que ha quedado demostrado al conocer los datos de las votaciones oficiales de esta semana.
Si hace dos semanas, Belén Esteban contaba con más de un sesenta por ciento para abandonar la casa, ayer contaba con poco más de cuarenta, bajando más de veinte puntos. Dato que confirma que la de Paracuellos gana adeptos a pasos agigantados o que al menos, pierde detractores. No obstante, estoy convencido de que la eliminación se decidirá una vez más el próximo jueves en directo. Belén Esteban es esa concursante que siempre prende de un hilo, tanto para lo bueno como para lo malo: un mero reflejo de los sentimientos que lleva despertando en el público desde hace varios años. Belén enfrenta a dos bandos entre la audiencia: los que la quieren sin límites y los que la odian sin descanso. Sentimientos que solo puede provocar alguien pasional que no pasa desapercibido, siendo el centro de todo lo que ocurre a su alrededor. Como todo en la vida, esta circunstancia tiene sus pros y sus contras. La ventaja de atraer hasta el límite como logra Belén, es que eso solo puede hacerlo alguien completamente transparente y encontrarse esto hoy en día es casi imposible. Belén es como un cristal que deja al descubierto todo lo que hay tras el. Eso es algo peligroso pues no todos los que se asoman al escaparate se sienten agusto ante una verdad tan latente, y es que ese cristal en ocasiones no es más que un espejo que muestra lo mejor y lo peor de todos y cada uno de nosotros. No sería justo negar que Belén les sirve a unos cuantos para que estos vean sus propios defectos ante la más absoluta evidencia, hecho que provoca que la princesa del pueblo cuente con tantos detractores, y es que muchos de los que critican las maneras de Belén han actuado como ella en más de una ocasión en su vida, y eso evidentemente, no es algo muy diferente a echarle sal a una herida. Que un personaje mediático sea capaz de ser el espejo de miles personas sin ni siquiera proponérselo, es algo que evidentemente llevan al límite a Belén y a todas esas personas que con rabia y fervor piden la expulsión de la concursante, olvidándose de que esto es simplemente un concurso. Se les va la vida, nunca mejor dicho, cuando tienen la posibilidad de criticar a Belén, como si la permanencia de la misma dentro de este juego se tratase de algo personal y no de un simple concurso.
Lo mismo ocurre si hablamos del sentido opuesto del sentimiento de identificación que despierta
Belén. Su público, fiel como ningún otro, admira a
Belén por encima de todo. La concursante se ha ganado este cariño por derecho, y es que
la princesa del pueblo sigue manteniéndose en televisión siendo un personaje de gran interés para el público, y eso no lo ha conseguido únicamente por hablar de su vida privada.
Belén consigue que gran parte de la audiencia se sienta identificada con su manera de hablar y de afrontar ciertas situaciones; de ahí los que afirman preferir a una persona que habla mal en ocasiones a otra que va por detrás. No deja de ser una premisa que se traslada a la vida diaria de las personas. Algo que nos ocurre a todos en el trabajo, e incluso en nuestra propia familia.
Si no es por sentirse identificados, es por admiración: muchos de los que apoyan a Belén lo hacen porque quedan embobados ante una naturalidad que hoy en día escasea. Belén es lo que es, sin dobleces, sin segundas intenciones. Un pequeño tesoro, de esos que están en peligro de extinción. Una heroína del pueblo que ha conseguido meterse en el mundo de los ricos y que con su dinero mantiene a familias. Que ayuda a gente necesitada de manera impulsiva y desinteresada. Belén ha dado dinero a familias que han acudido a un programa a contar si testimonio, y la princesa lo ha hecho de manera inmediata, sin esperar a hablar con su representante ni con su familia. Ella siempre actúa de manera independiente, aceptando consejos imagino, como todos, pero siempre tomando en todo caso ella las decisiones. Por eso creo que Belén debe salvarse de nuevo, aunque sea por la mínima. Belén debe seguir avanzando en este juego, al borde del abismo, como muchas veces en su vida, pero desde dentro y con la victoria en la mano.