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'The Big C' reinventa la comedia negra

Lunes 23 de Agosto de 2010 23:16
 

No me extraña que 'The Big C' haya sido el mejor estreno de Showtime en ocho años. La serie merece eso y mucho más. Con media hora de duración desgrana la vida de Cathy, diagnosticada de cáncer, y que ha decidido que ya es hora de dejar de complacer a los demás, ahora es su turno. Laura Linney borda un papel con guión en apariencia simple pero de sustento complejo, otorgando al episodio todos los matices y detalles de la historia que, cuidadosamente, se presentan al espectador. Ya en la primera escena se intuye lo que vamos a ver durante el capítulo: Cathy quiere una piscina y el contratista sólo le ofrece la posibilidad de tener un jacuzzi, un término medio que le ha valido durante toda su vida pero que ahora, con la gran "C" sobre sus espaldas, no es suficiente. Ella quiere una piscina y la quiere ahora. Ésta metáfora se extiende a lo largo de todo el capítulo y a través de todas las relaciones personales de la protagonista con su marido, hijo, hermano y vecina, personajes que prometen y que están perfectamente encajados en la historia. Él simbolismo al que me refiero, y que es más típico del cine, es difícil de plasmar en televisión, pero 'The Big C' lo maneja con naturalidad, algo que ya hemos visto en otras series del canal como 'The United States of Tara'. El final del capítulo es un broche de oro a todo lo anterior y que nos adelanta lo que vamos a ver durante la primera temporada de esta nueva promesa cómica de la televisión americana.

La tradicional estructura de los tres actos (planteamiento, desarrollo y desenlace) funciona con gran acierto en esta nueva serie. En el primer set parece que todos apalean a la pobre Cathy, pero tras unos buenos puntos de giro, ella pasa al otro lado del ring y empieza a repartir para todos. La protagonista no va a quedarse de brazos cruzados tanto si le quedan veinte años de vida como si muere en veinte días. El espectador empatiza a través de ella, comprende su situación y se solidariza al final del capítulo. La entiendes, la respetas. Conectas con su psicología y esperas acompañarla en el duro camino que se le acaba de plantar en sus narices. Pero el ingenio del guión hace que no te compadezcas ni un solo segundo de su situación, sino que te rías de su sentido del humor, de su descaro.

'The Big C' reinventa la comedia negra

En cuanto al reparto, merece una mención especial la colaboración de Gabourey Sidibe, que interpreta a una alumna de Cathy. En el aula ambas mantienen una tensa conversación que supera con creces lo políticamente incorrecto y que saca al aire muchos de los pensamientos que todos tenemos y que nunca decimos. Tras esta tensión inicial, firman con su palabra una apuesta que dará pie a que nazca una bonita amistad entre ellas.

'The Big C' reinventa la comedia negra

Conociendo el carácter ambicioso y arriesgado de Showtime era de esperar que el humor tuviera al negro como color principal. Efectivamente. El guión pasa por alto los chistes repetidos y los gags manidos para ofrecer un humor adulto que combina lo ridículo con lo dramático, que mezcla lo extravagante con la contundencia de las tramas. El cáncer, tema de cabecera en televisión, se ha tratado desde múltiples perspectivas que van del morbo al estilo Oprah hasta lo más visual con un sinfín de cabezas rapadas y maquillajes pre moribundos. No parece que ninguno de ellos sea el camino de 'The Big C' que ha preferido, de momento, que el tema médico sea tratado como un detonante, más que como la trama principal. La protagonista ha optado, en contra de su consejo médico, por no decir nada a nadie, aunque esto no le impide tomar las riendas de su vida y permitirse a sí misma cosas que antes eran puras quimeras. La escena del sofá así lo corrobora.

A lo largo del capítulo intenté buscar algún agujero, un cabo suelto. No lo encontré. Tampoco digo que la serie sea perfecta ni que vaya a marcar historia (a corto plazo), pero desde luego supera la media de los estrenos televisivos, que muchas veces nos dejan sumidos en una total indiferencia. Si es cierto que la propia trama de la serie entraña un riesgo y es que, a medida que pasen los capítulos, se agote la historia principal de la protagonista. La clave está en pausar el tiempo en el que se desarrolla la historia y no acelerar la acción para que de ese modo sea creíble la negativa de la protagonista a confesar su enfermedad, algo que por otra parte será evidente en los sucesivos capítulos. Con 'Weeds' tenemos un ejemplo perfecto para entender como una trama se agota y se tiene que recurrir a improvisaciones y cambios radicales que desdibujan el espíritu original de la serie.

'The Big C' reinventa la comedia negra

Con el review del piloto se abren muchos caminos para la protagonista: ¿Le acabará contando a todos que está diagnosticada con un melanoma en fase cuatro? ¿Se conformará con las idas y venidas de su marido o se lanzará a los brazos del doctor? ¿La vecina gruñona será su confidente? Tenemos toda una temporada por delante y ya estoy impaciente por ver qué camino quieren tomar los guionistas, que si son inteligentes se guiarán por la magnífica senda que ha marcado el piloto. Los que seguimos este tipo de comedias aderezadas con toques dramáticos y humor retorcido estamos de enhorabuena, ya que asistimos a la penúltima vuelta de tuerca al género que va camino de convertirse en franquicia registrada y exclusiva de Showtime, que vive días de auténtica gloria televisiva.

El reloj de arena para Cathy ha empezado su cuenta descendente, pero para los espectadores es al revés.

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