Samantha Jones: "Si te hacen el amor mal una vez es su culpa, si te lo hacen dos es tuya"

En caso de que el descaro y la desinhibición tuvieran rostro, éste sería el de Samantha Jones, el gran personaje de 'Sexo en Nueva York'. Interpretado durante seis temporadas por Kim Cattrall, Samantha supuso una auténtica revolución en cuanto a personajes femeninos en series de televisión. Sin remordimientos, sin disculpas y sin explicaciones Samantha busca, a pesar de que no lo admita jamás, al hombre de su vida a través del sexo, un lenguaje que domina a la perfección. Sólo un personaje de esas características puede hablar del sabor del esperma masculino (para escándalo de Charlotte), dejar al hombre perfecto por tener el pene demasiado pequeño o hacerse una prueba del VIH para tener relaciones sexuales subida a un suspensor. Así es ella. Sin dobleces.

Durante los seis años que duró la serie, cuidaron su guión con mimo. Siempre tenía un chiste preparado, un comentario mordaz que no podía callarse, un consejo sobre sexo que no tenía réplica. Además de esta parte cómica, Samantha gozó de algo que sólo tienen los grandes personajes: evolución dramática. Comparar a la Samantha Jones del piloto y a la del último episodio es un acto que no tiene desperdicio. Sin giros bruscos, con coherencia y respetando la psicología del personaje, los guionistas la llevaron por un apasionante viaje que supondría un caramelo para cualquier actriz. Ya en su breve y especial relación con María, se vio lo que podía dar de sí y su capacidad para dejar a los espectadores sorprendidos a la vez que entusiasmados. O cómo luchó contra los elementos cuando los celos de Richard la llevaron al límite inmortalizando una de sus grandes frases: "Te quiero mucho, pero me quiero más a mi". Aunque sin duda fue el joven Smith quien provocó la gran revolución de la Relaciones Públicas más famosa de todo Manhattan. Un simple gesto cómo cogerse de la mano o una promesa de fidelidad volcaron todo el esquema mental de la Jones que, reacia al principio, no tuvo más remedio que aceptar lo inevitable: el amor que siempre había rechazado llamó, por fin, a su puerta. Lejos de hacerlo a la forma clásica, con un simple "te quiero", los guionistas cargaron de simbolismo la declaración de amor de Samantha, con una sutileza difícil de ver en las series actuales.

Es cierto que 'Sexo en Nueva York' no habría funcionado sin Carrie, Charlotte o Miranda pero desde luego Samantha aporta muchos de los grandes momentos televisivos de una de las mejores series de la HBO. Irreverente e incorregible, Samantha representa a la mujer independiente y luchadora, y también a la mujer vulnerable con armadura de hierro. Otra gran demostración en cuanto a ruptura de tópicos televisivos fue la trama de su cáncer de mama. Afirmar que "el cáncer es fabuloso" para después arrancarse la peluca entre gotas de sudor creó uno de los momentos más memorables de toda la serie. Sin recursos lacrimógenos y manidos sobre el cáncer, lograron que el personaje creciera más allá de lo que se esperaba, alcanzando un nuevo nivel de comedia que no se había visto hasta entonces.

Kim Cattrall estuvo nominada en 5 de las 6 temporadas al Emmy, premio que, incomprensiblemente, no consiguió ganar. Interpretó sin complejos y con elegancia escenas que en otra actriz hubiesen resultado ridículas. Situaciones llevadas al límite como teñirse el vello púbico por la aparición de una cana, o pasarse toda la tarde en casa intentando buscar el orgasmo perdido hacen de este personaje un verdadero reto para cualquier actriz, algo que Catrall superó con creces. El espectador no ve ni un solo signo de arrepentimiento en su estilo de vida, algo que hubiese sido una auténtica traición al espíritu del personaje. Al igual que se equivocan aquellos que tachan 'Sexo en Nueva York' como una serie frívola sobre vestidos, sexo y zapatos Manolo Blahnik, se equivocan aún más los que sólo ven en Samantha a una mujer promiscua. Lo es y mucho, aunque también es la amiga que no te juzga, la amante generosa, la mujer que no mira atrás. Lo que decía, sin dobleces.