Año 2008. Irrumpe en el terreno mediático un señor llamado Jaume Roures. Arrancó como suelen arrancar los grandes magnates. Intentando demostar su inocencia empresarial o en su caso su buena predisposición, aunque fue acusado de ejercer unos ejercicios empresariales de dudosa moraralidad al parecer ya olvidados.
Roures no es más que un señor que se ha limitado a entrenarse en un marco mediático, a menudo presa del fanatismo, y ha inculcado a sus comparsas amigas el amor por el poder y por el negocio que esconde mucha trampa y cartón. Y sobre todo, se ha dedidado a saber mantener los packs multimillonarios que llegan a sus manos para que nunca se vayan de su lujosa casa, Mediapro. Además fue listo en no decir ni una sola mala palabra fuera de tono que dañará su identidad y patrimonio. Eso si, más de una vez salío en rueda de prensa a quejarse de Sogecable-Prisa y de sus medios afines, y a decir, que estos por supuesto no tenían la verdad.
Por eso llega el momento de valorarle por lo que es y no por lo que se supone que es. Además, a día de hoy, se ha ganado el beneficio de la duda. Mas que nada por el compadreo que existe entre las dos empresas enfrentadas en el conflicto, Prisa y Mediapro. Un compadreo sospechoso después de una guerra a pleno látigo y con sodoma y gomorra incluida.
Roures es más listo y un poco más sensato de lo que la gente cree. Claro que sabe que con Cebrián, Polanco jnior y F. Jerez tiene todos los papeles para no quedarse los domingos en el banquillo. Más que él, sus clientes.
A este personaje de la farándula televisiva y mediática, no hay que apartarlo como si fuese un apestado. Es el hombre que consiguió que se emitieran la friolera de más de un centenar de partidos gratis en 1º división en 2009. Claro que su método para La Sexta fue el que fue. Aunque habría que preguntarse que si vueltos los papeles, Sogecable no hubiera hecho lo mismo. Por eso siempre me pregunto, ¿dónde queda la honestidad?.
Dicen que los deportistas tienen en su ADN un gran espiritu de desafio, sobre todo los deportistas con gran talento, mientras que los magnates, sean talentosos o no, se apuntan a ese desafío del deportista cambiando el espíritu por un buen puñado de euros. Inevitablemente es así.
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