Escondido tras unas gafas oscuras y unos auriculares escuchando el segundo concierto para piano y orquesta de Mozart me encuentro sentado en el metro, mirando cómo la gente habla a mí alrededor y no entiendo lo que dicen por propia decisión. Es fácil decidir en nuestro tiempo hacer o no hacer lo que quieras pese a lo mediatizados que nos encontramos por la sociedad.
En tiempos de Isabel de Castilla, un ser humano, una mujer, una joven, una princesa, que estaba cultivada en las artes propias de las damas y cuya educación, en principio, no estaba dirigida a gobernar sino a representar, recibía en mayor grado que otras personas una educación profundamente cristiana.
Miro a Michelle y me imagino, porque no puedo saberlo, en que se basó para interpretar a Isabel de Castilla, probablemente en lo que las biografías y libros de historia de España dicen de ella, pero la historia encumbra a los personajes, no a las personas.
Que sabemos de su persona? Lo que nos quieran decir. Que puedo decir de alguien que no conozco? Sólo puedo suponer.
Supongo que Isabel se sentía sola, aún estando acompañada, deseando saltar cuando estaba sentada, mirando con deseo lo que no podía hacer, haciendo lo que la sociedad esperaba de ella pero nadie le podía robar su soledad, su silencio, su recogimiento, los campos de Castilla que gélidamente moldean sueños y voluntades, viviendo en palacios fríos, inmóviles pero tan fiables como la madre tierra. Castellanos antiguos, vestidos de negro, austeros, fieles, eran sus motivos de cumplimiento de una obligación pero nadie le podía quitar el viaje interior que podía realizar libremente. Bajo la apariencia de unos rezos, bajo la apariencia de una mirada perdida se encontraba Isabel consigo misma con las mismas preocupaciones que cualquier joven de su edad, encontrando en el silencio su mejor aliado, mientras decidía si alguno de los pensamientos tornados en decisiones eran merecedores de ponerse en su boca.
Desde el fondo de su ser Michelle como una mensajera de una joven princesa pone delante de nosotros en palabras escritas por otros lo que a una mujer de otro tiempo no pudo hacer ni decir, "Vive tu vida, no la de otros... equivócate".
Saludos.
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