Debido prioritariamente a la falta de tiempo, no he dispuesto de la ocasión para elaborar un análisis sobre del capítulo 99, "
Algo tan sencillo como hacerte feliz", pero existe un detalle del que me gustaría resarcirme.
Casi todos los espectadores tenemos constancia de que Mario Casas, por muchos piropos que le dediquen sus managers, es uno de los actores más insulsos con los que cuenta 'Los hombres de Paco', que desentona desagradablemente respecto al cuadro profesional que caracteriza a la mayor parte del elenco restante, compuesto por veteranos experimentados.
Si algún valiente, motivado por el físico del actor, o el afecto que pueda profesar hacia su personaje, aun está dispuesto a defender las dotes interpretativas de este muchacho y contradecir este encabezamiento, le recomiendo que sea objetivo a la hora de leer lo restante del artículo.
De la misma forma que sabemos de la carencia de talento para esta profesión de la que hace gala semanalmente Mario Casas, también estamos al corriente de que Globomedia no piensa lo mismo, o que por lo menos pretende aparentarlo, porque este actor, otra de las sobrevaloradas "
jóvenes promesas", se ha convertido en un remedio ejemplar a la hora de remendar sus vacíos y fisuras, razón por la que se han empecinado en erigirle como el nuevo Lucas Fernández y, parejamente, Hugo Silva. Dejando de lado el hecho de que ese es precisamente el motor oxidado (la obsesión sin autor de que la serie necesita un Lucas a toda costa) que impide el funcionamiento correcto de esta temporada, dediquémonos a analizar las consecuencias que ha acarrado emprender tan arriesgadamente irracional proyecto.
Conscientes de las bombardeantes y violentas críticas que se escupen contra el actor, Globomedia, con la elegancia y sutileza que le caracteriza, y por pánico a que su frágil juguete se hiciese añicos al descubrir lo que el mundo opina realmente sobre él, decidió ofrecerle una oportuna escena de lucimiento privado para demostrar el ingente potencial del que dispone el señorito Casas.
Y así es como, mediante la intrusión de algo de maquillaje guionístico por aquí y otro poco por allá, una sesión de fotografía se convierte en algo que debería ser un desfile de grandilocuente expresividad y medido gesticulamiento, pero que sin embargo resulta ser una ingrávida gárgola dispuesta como modelo para una serie de capturas.
He aquí la prueba; tres imágenes de Aitor adoptando los registros que Sara le indicaba mientras le fotografiaba:
Aitor Carrasco en el baño, practicando el deporte de la pesca o degustando un plato de calamares.
Bien es cierto que, si pretendiese ridiculizar al actor, podría haber exagerado la selección con 3 instantaneas idénticas que patentasen su inmovilidad, pero considero correcto conformarme con un límite que bastará para corroborar y difundir la capacidad nula para la interpretación de Mario Casas sin necesidad de regocijos, y todo ello gracias a una explícita prueba de Globomedia, que ha cosechado, y no es la primera vez que esto sucede, un resultado homólogo al esperado.
Insisto en que no es mi propósito vapulear a Mario Casas, ni desinflar las ínfulas con las que Globomedia le ha alzado al podio; simplemente, pretendo colaborar en una imprescindible apertura de ojos, que en lugar de fijarse en la calidad interpretativa, se dejan embaucar por las secuencias-trampa que entonan el físico del actor, o, más acertadamente, prefieren permanecer cerrados con tal de no apreciar la degradación que padece su adorada serie por culpa de este corrosivo y ponzoñoso veneno, de la marca Aitor Carrasco.