Cuando algo empieza puede que ni siquiera pensemos que se vaya a convertir en algo importante para nosotros. Puede que sea eso lo que haga que el final llegue antes de los esperado. Pensadlo. Si algo dura un año y tardas medio en darte cuenta de lo mucho que te importa eso, te queda medio año de disfrutar eso que es tan importante. Quizás también influya el hecho de que la mayoría de finales aparecen sin avisar. No hay una fecha de caducidad establecida. Pero cuando llega esa fecha sólo queda arrepentirse de no haberlo disfrutado lo suficiente. Puede que ni siquiera sepáis de qué estoy hablando. Puede que nunca hayáis tenido que decir adiós a alguien. Y me alegro por vosotros. Por eso estaría bien que a partir de hoy lo viviéramos todo como si fuera la última vez que vamos a ver a alguien, como si fuera la última vez que fuéramos a entrar a un sitio, como si fuera la última frase que van a decir nuestros labios.
Puede que sólo así evitemos ese sentimiento que viene después de un final, el sentimiento de pensar que todo aquello volverá.
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