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Mis series favoritas (V): 'Downton Abbey'

Martes 9 de Septiembre de 2014 14:39
 

Mis series favoritas (V): 'Downton Abbey'

**Atención: Este post contiene spoilers de la trama de las cuatro primeras temporadas de 'Downton Abbey'. No lo leas (o hazlo bajo tu propia responsabilidad) si no has visto todos sus episodios.

Mis amigos dicen que soy una persona rara a la hora de ver series. Una de mis manías es no empezar a ver una temporada hasta que haya terminado ya en su país de origen y tenga todos sus episodios cómoda y ordenadamente descargados en mi disco duro multimedia. Eso me hace arriesgarme a comerme spoilers a cholón (algo que estoy intentando evitar como buenamente puedo con la temporada final de True Blood, por ejemplo, que se empeña en no dejarse descargar todo lo correctamente que mis exigencias de fan requieren) pero, oye, que lo llevo bien.

Otra de mis absurdeces es la inmersión total, es decir: si veo la temporada X de la serie Y, sólo veo eso hasta que termine la temporada. Eso me ha causado momentos de sopor absoluto, como cuando decidí ver la aburrida primera temporada de Falling skies justo después de la predecible y plana primera temporada de La cúpula, y casi nunca suelo ver dos temporadas seguidas de esa misma serie, sino que las voy alternando.

Digo 'casi nunca' porque, desde Perdidos, sólo he devorado dos temporadas seguidas de una serie con Downton Abbey. Empecé a ver la serie de la ITV hace relativamente poco, a comienzos de año. Y debo confesar que me senté en el sofá bien acompañado de mis numerosos prejuicios ante los melodramas británicos de época. A priori, Downton Abbey se me antojaba más de lo mismo: la historia de una potentada y estirada familia de nobles ingleses, sus amargados sirvientes y cómo llevan todos la transición a los tiempos modernos. Un argumento que en mi cabeza sonaba a bostezo.

Sin embargo, me animé a verla por dos de sus actrices: Maggie Smith, que es lo más británico que existe y a quien no me podía perder interpretando a una vetusta condesa, y Rose Leslie, que desde que la vi en Juego de Tronos haciendo de Ygritte me cautivó en parte gracias a su acento escocés. En este plan, pues, empecé a ver la serie de marras. Y hoy, después de haberme comido con patatas las cuatro temporadas en poco más de seis meses puedo decir que Downton Abbey es mi guilty pleasure favorito.

No será cool, ni innovadora, ni transgresora, ni arriesgada. De hecho, Downton Abbey es un culebrón de mil pares de narices en el que, desde el minuto uno, sabes que la familia Grantham está condenada a pasar fatalidad tras fatalidad hasta acabar perdiendo propiedades, dinero, privilegios, sirvientes y, en general, la vida pomposa y disoluta de la que gozan. Pero Downton Abbey es exquisita. Es elegante, está magníficamente dirigida, ambientada, producida e interpretada.

Sí, los guiones están a veces más cerca de Amar en tiempos revueltos que de una serie de prime time de primera división, pero la cosa se disfruta. Precisamente por lo impecable de su factura es por lo que los fans de la serie hemos pasado por alto la milagrosa recuperación de la paraplejia e imposibilidad de engendrar hijos de Matthew Crawley, las apariciones esporádicas de los bebés de la familia o el surrealista e instantáneo perdón de Cora a Robert después de la desdichada muerte de Sybil en el parto. Da igual, sabemos que en esta serie todos van acabar puteados y teniendo que aprender a hacerse los scrambled eggs del desayuno en un momento u otro, así que se lo vamos a perdonar.

Pero Downton Abbey no sería lo mismo sin la que es su piedra angular, el personaje sobre cuyos hombros recae todo el futuro de la familia: Lady Mary. Elegante y distante como pocas, y curtida en la desdicha tras la muerte de Matthew minutos después de haberle dado un hijo varón (qué momentazo, amigos, cuando Lady Mary bajó las escaleras de Downton, de luto y absolutamente destrozada pero con ese rictus de dama inglesa, en el primer episodio de la cuarta temporada), ella es quien tiene en su poder la posibilidad de arruinar para siempre a la familia o hacerla sobrevivir lo más dignamente posible a los tiempos convulsos y modernos que se avecinan. Del pretendiente que elija, de las decisiones que tome respecto a las fincas y granjas de su propiedad, de cómo gestione los escándalos que sin duda acabarán ocurriendo en el seno de la familia... sólo de ella depende el futuro de los Grantham.

La quinta temporada, que empieza el próximo 21 de septiembre, nos devolverá a esa zona de Yorkshire en los años 20 y hará que nos reencontremos con todos esos personajes que se despidieron de nosotros con una de las escenas más bellas y tiernas que recuerdo en la televisión reciente: a Carson y a Mrs. Hughes entrando en el mar cogidos de la mano.

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