Directa, llena de ingenio, irreverente, incorrecta, "Silicon Valley" se ríe de todo y todos. Los personajes, la trama, los skeches, la jerga, los referentes... todo cuanto compone la genial obra está diseñado para parodiar y glorificar a unos personajes acostumbradamente marginados en las ficciones: "los empollones repelentis", cerebritos asociales y reprimidos que sueñan con un mundo de bits e interactuaciones artificiales, necesitados de experiencias digitales y capaces de reír durante horas con sus particulares bromas y referencias freaks.
Sí, estamos ante una serie de frikis. Y no hablo del típico freak simpático y bienintencionado, hablo del rarito y reprimido social, el que se vanagloria de inventar nuevas aplicaciones con las que hacer de este un mundo mejor, el que se vende al mejor postor, el que busca la inspiración en setas alucinógenas, el que crea una compañía de mil millones de dólares y decide llamarla "El flautista". Hablo, en definitiva, de la versión no Disney del garaje de Steve Jobs, una descocada serie de hilarantes e ingeniosas aventuras freak con las que reírnos de los tipos que cambian el mundo mientras disfrutamos desacomplejada y libremente de una serie pletórica de ingenio y mordazmente crítica.
Recomendarísima e imprescindible para cualquier serieadicto, "Silicon Valley" es ese pequeño placer culpable que no querrás confesar, pero que adorarás haber descubierto. Lúcida y chocantemente surrealista, la historia que narra el origen de "El flautista" es ya toda una obra de culto y relevancia geek.
¿El valor añadido? El odioso pero delirante Steve Jobs que Erlich representa con subversiva (pero entrañable) ironía y comicidad.
De corte próximo a "Friends", "New Girl" toma prestadas las bases de la exitosa serie de los noventa. Encontremos las similitudes entre Joey y Schmidt, Ross y Winston, Chandler y Nick, y, por supuesto, Rachel y Jesse. Pues, esta última, y del mismo modo que Rachel, irrumpe en la vida de unos desconocidos dispuesta a compartir piso y empezar de cero.
Pero, ¿le interesa a alguien lo que le ocurra a BlancaJesse y sus tres enanitos? Demasiado egocentrista y noña, la serie centra todos sus esfuerzos creativos en lucir a su protagonista femenina, desviando la atención de cualquier opción que no incluya a Jesse haciendo el payaso en aparente falta de ton o son.
¿El resultado? La desagradable sensación de que, ya sea por fe ciega en un personaje que acaba dando grima (y mucho miedo) o porque sea el público femenino al que la ficción dirija la totalidad de su mensaje, la dulce, divertida, fresca e inocente historia de "chica empieza de cero" que el piloto de la serie ofrecía acaba convertida en un despropósito de sketches banales y pegajosos.
¿Dónde está Entrenador? ¿Por qué no se le da la más relevancia al resto de personajes? ¿Por qué el número de chistes y bromas va en decremento capítulo a capítulo? ¿Por qué, como espectadora femenina, veo mi inteligencia insultada?
¿"New Girl"? Prefiero a los "viejos" amigos de "Friends".
No quería asumir que sólo disponía de diez capítulos, así que alargue el proceso de visionado para tratar así mi adicción televisiva a la serie. Más no pude. Uno tras otro, vi todos y cada uno de los diez episodios de la obra sin pausa alguna. Y, así, presa del influjo violento e hipnótico de la ficción y en un sólo día, vi la primera temporada al completo.
¿Lo curioso del tema? Confesa incondicional de Quentin Tarantino, creí que me resultaría sencillo poder lapidar un subproducto tarantiniano, pero me vi incapaz. Y entonces lo entendí, la serie es singular e individual, completamente paralela a la obra de 1996, y por tanto poseedora de personalidad y carácter propio.
Barrocamente hermosa, grotesca y escandalosamente sensual, "Abierto hasta el amanecer" crea adicción. Y no lo digo porque sea una declarada incondicional del estilo grindhouse made in Robert Rodríguez, si no por el cuidado y esmerado ensamblaje de una serie de catastróficas desdichas vampíricas que, con suma picardía, desgarra lenta y sensualmente una trama insurgentemente nueva y descocada que nada tiene que ver con la historia de violencia y terror iniciada por los hermanos Gecko a mediados de los noventa.
De carácter sorprendente y enérgico, la posiblemente más mimada y cuidada serie televisiva de la actualidad, supone una delicia vampírica no apta para profanos en el universo Rodríguez o incultos en materia cinematográfica. Porque son muchas las referencias al cine o a la televisión las que aparecen de manera extraordinariamente cómica, así como sobrehumano es el delirio y entusiasmo con el que Rodríguez ha querido enamorar al espectador, haciendo uso de un personal e indecoroso estilo difícilmente apreciable el común de los espectadores.
Así pues, y presentada como la delicia vampírica que resulta ser, "Abierto hasta el amanecer" encuentra su fuerza en una portentosa narración y construcción de personajes. Estos últimos, sublimes y elocuentemente violentos, capaces de dotar de vida y sangre a una ficción demencialmente adictiva y entretenida.
¿El toque de gracia? El desgarro magistral con el que el texano cineasta cierra la primera temporada, retornando a su origen cinematográfico a la par que reinventa los hechos, abiertos a cualquier posibilidad creativa que su siempre elocuente imaginario pueda idear en una muy esperada segunda temporada. Después de todo, con Robert Rodríguez a la cabeza, ¿qué puede salir mal?
Innecesario y burlesco. Así podría calificarse a la simplista y bobalicona adaptación cinematográfica de Spiderman: The Amazing Spiderman.
Asombrosamente innecesaria, la cinta no sólo ofrece un muy pobre y vacio remake de los acontecimientos ya narrados en la obra de Sam Raimi, sino que parece hallar el regocijo en el hecho de copiar la única historia que prometió no copiar: la conocida por todos.
¿La frase promocional?: "La historia nunca antes vista". ¡Y un millón de arañas radiactivas!, bastan unos pocos minutos para comprobar que la historia nunca vista resulta ser la historia ya vista, leída y resabida por todos.
Pero no pierdo la esperanza, no soy cruel, y hasta quiero que me guste la película. Por lo que espero impaciente el desarrollo de los hechos hasta que la obra llega a su fin.
Acción, carisma, tensión, divertimento... basta alguna de estas meras cosas para que apruebe la cinta. Pero no lo hago, no la apruebo, porque, obviamente, no ofrece nada de lo anteriormente citado, y porque obviamente la considero más un insulto a la inteligencia del espectador que un digno elemento de diversión y entretenimiento. ¡Decepción a ocho patas!
Sí, la trama y los personajes han sido adaptados al estilo moderno, reduciendo así el tono agudo y poco accesible de la primogenia. Y sí, el cast americano cuenta con Kevin Spacey, un titan del villano venigno por excelencia. Pero, ¿acaso no llega un poco tarde ya la propuesta? ¿Es realmente novedoso o interesante la secreta pero conocida por todos telaraña de manipulación e intereses que mueve a la politica?
¿No es evidente que Spacey se encuentra desaprovechado en un papel tan estereotipado como simple? ¿Acaso es una locura esperar que un remake sirva para aportar o reinventar algo respecto al original? ¿Por qué tengo la impresión de que los actores lucen incómodos en unos encorsetados roles desgastados por el sobreuso? ¿Por qué tengo la sensación de que con el menor soplido podría derrumbar cualquier argumento a favor de la obra?
No, no voy a dejarme llevar por la pronta decepción, así que prometo meditar estas y otras muchas respuestas para poder ejercer un justo dictamen sobre la anodina serie que, aunque entretenida, resulta ser decepcionantemente cuadriculada.
Empieza la cuenta atrás para el estreno de "Capitán América: El soldado de invierno", la nueva y esperada aventura Marvel. Y para celebrarlo, ¿qué mejor que un ranking con las mejores series de superhéroes?
En un riguroso orden de preferencia, propongo el top ten de filmes dedicados al universo de los superhéroes.
1. Smallville
2. La mujer maravilla
3. El increíble Hulk
4. Superman
5. Batman
6. Flash
7. El avispón verde
8. Arrow
9. Spiderman (serie animada)
10. Superman (serie animada)
Conocedores de la trama principal, así como del desenlace de la misma, los más fervientes admiradores del tándem Tarantino-Rodriguez, asistimos atónitos a una muy digna (aunque más pobre) versión de los hechos perpetrados por los hermanos Gecko en su alocada carrera hacia El Rey. Y lo hacemos libres de complejos, complices de la simpatía que Clooney y Tarantino despertaron en nuestro ser en aquella obra magna de obligado culto fantástico llamada "Abierto hasta el amanecer" a la que, tras varias y decepcionantes secuelas cinematográficas, ahora Rodriguez decide devolver a la vida.
¡Y cómo lo hace! El siempre indómito cineasta opta por cargar de hemoglobina la vibrante historia vampírico-mexicana, desangrando lentamente la trama conocida por todos, parándose en los detalles que definen la historia y a los personajes, e incluso jugando a reinventar a Richie Gecko, convirtiendo a este último en iluminado diabólico en decrimento de la paranoica y demencial versión ofrecida por Quentin Tarantino allá por los noventa.
¿Mi opinión al respecto como defensora de la obra original? La serie, aunque brillante, mística, electrizante y altamente estimulante, no puede ser igualada por la genial obra del celuloide concebida por Tarantino y Rodriguez en plena euforia creativo-gamberra. Así pues, la clave para disfrutar de la obra, digna de nuestra más ferviente atención, es entenderla como un elemento unitario y diferenciado de la película que le da nombre.
Estos, eternamente alojados en nuestro recuerdo gracias a "Psicosis", debían respetar la imagen formada por ellos en el mencionado filme. Y así fue, "Bates Motel" abrió las puertas sin prisas, otorgando tiempo a los Bates para que desempaquetasen lenta y misteriosamente sus maletas.
Todo ello mientras disfrutamos de la maliciosa manera en que Norma inculca un profundo e injustificado odio y desconfianza hacia la sociedad, o el horrible incidente que hará que el sentimiento de culpa y dependencia de Norman hacia su madre le lleve a lo que más tarde Hitchcock plasmó en pantalla grande.
Y así, despojados del beneficio de la duda de inocencia, los personajes desarrollan su existencia ajenos al tétrico final que les espera, un final al que de un modo u otro el director se dio el capricho de hacer referencia en distintas ocasiones (véase la escena de la ducha o atiéndase al sonido que acompaña al apuñalamiento de Norma). Todo ello, eso sí, de manera sigilosa y traviesa.
Bates Motel se convierte, pues, en un muy atractivo y terrorífico hospedaje en el que compartir habitación con el suspense y el misterio. Rodeados en todo momento por un hipnótico y sinuoso universo vintage en el que lo moderno (IPhones, Manga) y lo clásico conviven en la misma habitación, la número 1 del Bates Motel, un lugar para el suspense.
¿Pueden ver la novedad? Ahora narcotraficantes (Walter White) e incluso asesinos (Dexter) son presentados como los auténticos héroes americanos, tipos capaces de todo para proteger a sus familias. Por supuesto, estos han de respetar ciertos códigos (salvaguardar la integridad de sus familias u órden social). Y, ¿a dónde me lleva esto? a "The orange is the new black", una serie que no sería posible sin los mencionados Walter White, Dexter o Nancy Botwin.
Porque, lo reconozca o no, y tras esa ñoña máscara de drama feminista al estilo "Los Soprano", la serie busca la simpatía del espectador con unos personajes hirientemente cuestionables. El problema, la edulcorada rebeldía y anodino empeño en describir la vida pasada de las inocuas reclusas que acompañan a Piper Chapman (Taylor Schilling), en vez de centrarse en la subversiva experiencia de ésta en prisión (flasbacks junto al divertido Jason Biggs incluidos).
Así pues, y en vista de lo acontecido, recomiendo la privación de emisión de la serie hasta que ésta sea capaz de reconducir su aptitud hacia senderos más cómicos. Hasta entonces, la pena seguirá siendo no reír.
La inexplicable y radical evolución del grupo de apoyo (de seres desconsolados a pardillos descerebrados), la pronta recuperación de Ryan King (Perry), y por tanto la renuncia expresa a la trama principal ya desde el capítulo dos, acabaron con una muy potencial serie, que no obstante ofrece el divertimento de ver a Perry en estado de gracia.
Así pues, y tan sólo con el primer episodio como digna promesa de un prometedor inicio, "Go On" se pierde en lo absurdo de los personajes y las tramas, siendo lo único destacable las cada vez más breves intervenciones de Perry, entregado e hilarante en su infravalorado rol.
¿Merece la pena sufrir a Fausta, Yolanda, Sonia o Lauren (subproducto de mala calidad de Monica Geller) con tal de ver a Perry en estado de gracia durante poco menos de cinco minutos seguidos? No way.
¿Por qué dicho arranque de melancolía? Porque tras el estreno de "Suits" creo necesario establecer cuál será la jurisprudencia a la hora de juzgar dicha serie. Ya saben, por aquello de que tenga un juicio justo.
El fallo: "Suits" representa la comedia más clásica y efectiva, aquella que basa todo el alegato creativo en sus personajes. Estos últimos, mucho más relevantes e interesantes que los casos expuestos (o casi). Por un lado tenemos a un insurrecto, ególatra, déspota y, por tanto, carismático abogado narcisista (Harvey). Éste ofrece las más diversas situaciones de interés gracias a su arrolladora (que no innovadora) personalidad y carácter, más propias de Lex Luthor que de un abogado al uso, dicho sea de paso.
Por otra parte, tenemos a un descafeinado, y más agrio que dulce, ayudante (Mike), cuyo máximo interés narrativo empieza y acaba con su pasado delictivo. Esto último, tema que me temo ocupará más tiempo del debido. ¿Qué quiere decir todo esto? que en una serie en la que, como "House", el máximo entretenimiento consiste en ver a su protagonista lanzando improperios a diestro y siniestro, no hay espacio para Wilsons menores. O dicho de otra manera: si la serie funciona es sólo en parte a esa pequeña parte ofrecida por uno de sus protagonistas, quien como Gregory House dota de personalidad a la obra. ¿La otra mitad de la serie? Demasiado inocua como para captar interés alguno.
No obstante, y por si acaso, me reservo el derecho de pronunciarme hasta el fin de la primera temporada.
Pero, y retomando mi idea de que Cooper fue un personaje digno de explotación escénica (debido a su carácter inusualmente apático y racional), he observado que dicha fórmula de éxito ha sido reinventada por Diane Kruger en "The Bridge", una serie con potencial y apático encanto.
Aunque podríamos encontrarnos ante otro "C.S.I." o, peor aún, otro "Bones" o "Castle", lo cierto es que T.B. aporta mucho más que una serie sobre investigación policial o cop-buddys. ¿El qué? A Diane Kruger ejerciendo uno de los roles más interesantes y estimulantes de observar, el de incapacitada social. Ella, y no las tramas policiales, ni siquiera su compañero estereotipado, o la crítica social que pueda llegar a exponerse en la serie, es la auténtica protagonista.
El problema: El empeño en transformar en común a todo personaje de la ficción (véase "Gru", "Dexter" o Sheldon Cooper) y la inquietante sospecha de que Kruger acabará siendo un miembro social y alegre antes de que la serie llegue a su fin. Y me pregunto yo, ¿por qué no hacen caso del profesor Xavier, y defienden la diferencia como elemento característico y propio de la persona o XMen?